No llamaba la atención desde afuera, no tenia un jardín cuidadosamente arreglado, pero entre la desprolija forestación existía una extraña armonía que con un mensaje entre tenebroso, misterioso y acojedor te invitaba a pasar.
El pasillo no muy largo daba a otro lugar lleno de verde rebelde donde se encontraba la puerta para entrar.
Adentro una calidez increible; la estufa a leña que a penas tenía fuego llamaba a compartir el espacio aunque hubiera que apoyar el culo en unos tronquitos medios incomodos si habias llegado mas tarde que quienes reposabamos en confortables sillas en las que la cola a penas distaba del suelo.
Extraño era que a pesar de el frio y el poco fuego, el sitio no estubiera frio; creo que las manos, los ojos de la dueña de casa hacían del lugar una especie de nido, cueva a la que acudía gente que durante el día se adaptó al mundo y a sus disfraces, dejandolos afuera para descanzar y cagarse de risa de lo fantásticos que somos para auto-boicoteranos.
Sin previa coordinación se habia consumado el aquelarre, y como correspondía debia comenzar el intercambio de hechizos, trucos, y recetas.
Todas las brujas vibrando amor para sanar a un asco mundo al que yo, incluso sintiendome chiquitita tenia ganas de pisar y saltarle arriba como don Ramon al sombrero cuando se enojaba con el Chavo, pero las brujas compartieron su amanita muscaria, y no tuve otra que vibrar amor, o algo parecido mientras me balanceaba entre la paz y la locura...
El pasillo no muy largo daba a otro lugar lleno de verde rebelde donde se encontraba la puerta para entrar.
Adentro una calidez increible; la estufa a leña que a penas tenía fuego llamaba a compartir el espacio aunque hubiera que apoyar el culo en unos tronquitos medios incomodos si habias llegado mas tarde que quienes reposabamos en confortables sillas en las que la cola a penas distaba del suelo.
Extraño era que a pesar de el frio y el poco fuego, el sitio no estubiera frio; creo que las manos, los ojos de la dueña de casa hacían del lugar una especie de nido, cueva a la que acudía gente que durante el día se adaptó al mundo y a sus disfraces, dejandolos afuera para descanzar y cagarse de risa de lo fantásticos que somos para auto-boicoteranos.
Sin previa coordinación se habia consumado el aquelarre, y como correspondía debia comenzar el intercambio de hechizos, trucos, y recetas.
Todas las brujas vibrando amor para sanar a un asco mundo al que yo, incluso sintiendome chiquitita tenia ganas de pisar y saltarle arriba como don Ramon al sombrero cuando se enojaba con el Chavo, pero las brujas compartieron su amanita muscaria, y no tuve otra que vibrar amor, o algo parecido mientras me balanceaba entre la paz y la locura...
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